La diversidad paisajística de esta región es asombrosa: montañas, ríos, desiertos y selvas separados por cortas distancias, también sorprende la amplitud térmica, con días de mucho calor donde el sol quema y noches frías donde los huesos duelen… y encuentro este variado panorama como correlato a las múltiples sensaciones que uno puede experimentar en un breve período de tiempo como son 24horas. La mañana que nos fuimos de Cachi recorrimos el Parque Nacional Los Cardones, el Valle Encantado y la Cuesta del Obispo y así quedaba atrás un lugar de ensueños como salido de un cuento infantil. Mi decisión de ir al dique Cabra Corral implicaba que en El Carril nos separábamos con Enrique y Juanan, los vascos con quienes había compartido mucho en muy poco tiempo y la despedida tenía una nota nostálgica y melancólica. La localidad más cercana al dique es Coronel Moldes, desde donde salen unos colectivos con poca frecuencia horaria. Mientras lo esperaba unos pescadores se ofrecieron a alcanzarme hasta allá y como el colectivo iba a llegar recién al atardecer me fui con ellos. Era un lunes y en mi obstinación por conocer el dique no contemplé que es muy visitado los fines de semana y durante el correr de la semana es poco frecuentado turísticamente, tanto es así que casi todos los lugares para parar están cerrados y por tanto el camping/hostel que había elegido para descansar estaba desierto. Atardecía y la soledad del lugar me invadía, no era una soledad agradable y apacible, sino que era de esos silencios que ocultan para no decir. Había algo en el lugar que me ponía intranquila, la magnificencia del dique era deslumbrante, verdaderamente es un enorme espejo de agua rodeado de montañas, donde hay muchos chalets y casas esplendorosas de veraneo, con sus puertos privados, sus barcos y lanchas, pero esa suntuosidad me resultaba chocante habiendo conocido la precariedad de los pueblos de los alrededores. De hecho los pescadores me llevaban en un Renault 12 algo destartalado y en eso nos pasa un BMW coupé descapotable, me sentía en Miami y estaba en Salta, todo era raro… El cuidador del lugar se apiadó de mi desolación y me guió a la casa de una familia de lugareños donde podría pasar esa noche para decidir con la luz de la mañana qué hacer… Era una familia agradable y de pocas palabras, así que me quede en el galpón algo abandonado que me ofrecieron secretamente (porque no era de ellos), decantando todo lo vivido durante el día y procurando ahuyentar una enorme araña que era la propietaria de ese lugar. Por la mañana camine por este extraño destino hasta llegar al puente desde donde se promocionan los saltos al vacio, bungee jumping, una experiencia adrenalínica de caída libre de 20 metros que no me entusiasma en absoluto. Averigüé que el dique se había construido en 1974, y contemplé sus aguas profundas, quietas, mansas y silenciosas, algo de eso turbio que me alteraba se iba dilucidando… hay un silencio estremecedor, este dique guarda parte de esa historia negra que se vivió en el país, vio cosas que era mejor no mencionar, que nadie veía o que nadie quería ver… Armé la mochila y decidí irme de ahí, en eso encontré unos hombres que trabajaban en el alumbrado que iban al pueblo y bajé con ellos, cuando empezó la conversación de presentación uno me preguntó “te dejaron dormir anoche?”, “quiénes?”, “las almas en pena” me respondió y se me puso la piel de gallina… me contó que él no dormía nunca en el dique, porque algunos de sus compañeros habían sido perturbados por las noches por hombres que por penas de amor encuentran una drástica solución a sus problemas en esas aguas. Creer o reventar, pero evidentemente eso que me dejaba intranquila al llegar altera a varios… así que me fui a Salta, donde me esperaban otro tipo de sorpresas…
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